Masacre del 2 de octubre: una herida que México no olvida

TIJUANA, OCTUBRE 2, 2025.- El 2 de octubre de 1968, a sólo diez días de la inauguración de los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco fue escenario de una tragedia que enlutó, indignó y marcó uno de los renglones más torcidos de la historia nacional mexicana. Desde julio de ese año, miles de estudiantes de la UNAM, el IPN y otras instituciones habían encabezado un movimiento que reclamaba libertades democráticas, alto a la represión y la derogación de la Ley de Disolución Social.

El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz veía en las protestas una amenaza directa a la imagen de estabilidad que deseaba mostrar al mundo durante la justa olímpica. La tensión entre estudiantes y autoridades fue en aumento, con choques, detenciones y una presencia militar cada vez más visible en las calles.

El mitin en Tlatelolco
La tarde del 2 de octubre, miles de estudiantes, profesores y vecinos se congregaron en la plaza para escuchar a los oradores. Todo transcurría en calma hasta que, alrededor de las seis de la tarde, el ambiente cambió de forma abrupta.

Miembros del Batallón Olimpia, un cuerpo especial vestido de civil y con guantes blancos como distintivo, iniciaron una operación de control. Al mismo tiempo, francotiradores apostados en los edificios abrieron fuego contra la multitud. El Ejército, que ya había rodeado la zona, respondió con disparos indiscriminados.

El saldo de la represión

La multitud quedó atrapada entre los soldados y las ráfagas. Hombres, mujeres y niños corrieron en busca de refugio, pero muchos no lograron escapar. Oficiales entraron a los departamentos persiguiendo a estudiantes y detuvieron a cientos de personas.

Las cifras oficiales hablaron de apenas 20 o 30 muertos. Sin embargo, investigaciones posteriores, documentos desclasificados y testimonios de sobrevivientes apuntan a que las víctimas pudieron superar las 300. Más de mil estudiantes fueron arrestados y trasladados al Campo Militar Número 1, donde permanecieron incomunicados, en muchos casos bajo tortura.

El intento de ocultamiento
El gobierno intentó controlar la narrativa. La prensa, sometida a censura, minimizó lo ocurrido y presentó a los estudiantes como provocadores violentos. Pero las imágenes captadas por fotógrafos, así como las crónicas de corresponsales extranjeros, mostraron al mundo la magnitud de la masacre.

El 2 de octubre de 1968 quedó grabado como símbolo del autoritarismo del régimen priista, un crimen de Estado que evidenció los límites de la represión para acallar la voz de la sociedad.

Memoria y justicia
Más de cinco décadas después, el recuerdo sigue vivo. Cada año, miles de personas salen a las calles en marchas conmemorativas bajo la consigna: “2 de octubre no se olvida”. La Plaza de las Tres Culturas es hoy sitio de memoria, con placas, murales y ofrendas que buscan honrar a quienes perdieron la vida.

La masacre de Tlatelolco no solo marcó a una generación, sino que abrió un capítulo de lucha por la democracia y los derechos humanos en México. Es un recordatorio de que el silencio no borra la verdad y que la memoria colectiva es la única manera de enfrentar la impunidad.